Viendo que me habría equivocado menos escuchando a mi Sabio interior fui bastante más allá y observé que en realidad...
dije cosas que no quería decir
hice cosas que no quería hacer
pensé cosas que no quería pensar
sentí cosas que no quería sentir
y observé que nada de lo que me constituía quedaba fuera de sentir, pensar, decir o hacer. Cualquier elemento de mi conducta estaba restringida a alguna de estas cosas. Ví también que tres de ellas tenían que ver con la voluntad pero sentir escapaba a ese dominio. En el sentir estaba mi más auténtico y era allí donde debía realizar el análisis de mí.
Pude deterneme en cada reacción de malestar y ver que algo no estaba funcionando. El enojo era siempre un alerta de modificar una conducta o regresar a mi naturaleza y prestarle atención me hacía saber por qué, siempre.
Hemos pensado que vivir es la administración más o menos acertada de lo cotidiano y sólo nos detenemos a reflexionar en la enfermedad o el malestar profundo. Y esta es casualmente la base del sufrimiento: la lejanía de nosotros mismos!
Se me hizo evidente que Dios nos ha provisto de la enfermedad simplemente para hacernos regresar a nuestro centro.
Qué tan lejos o tan cerca estás de tí?
sábado, 9 de diciembre de 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario