Tan unidas están nuestras cabezas
y tan atados nuestros corazones.
Ya concertadas las inclinaciones
y confundidas las naturalezas.
Que nuestros argumentos y razones
y nuestras alegrías y tristezas
están jugando al ajedrez con piezas
iguales en color y en proporciones.
En el tablero de la vida vemos
empeñados a dos que conocemos
a pesar de que no diferenciamos
en un juego amoroso que sabemos
sin ganador porque los dos perdemos
ni perdedor porque los dos ganamos.
Si debiera elegir una manera bella de describir el amor bien podría ser esta.
jueves, 15 de febrero de 2007
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