viernes, 25 de enero de 2008

La angustia - Libro - 7ma entrega

En la clase de un terciario al que concurro el profesor dijo: Para los existencialistas la angustia es el renacer de lo nuevo. Para mí fue un gesto de contención involuntario que me sirvió para calentar el alma.

Vaya como aclaración que la frase la estoy poniendo varios meses después de pronunciado con lo que la cita puede no ser exacta en cuanto a los términos utilizados. Y aunque hayan sido otros así los entendí.

Me generó cierta tranquilidad saber que la angustia era un síntoma de cambio. Era la manera que tenía ese alguien, que vive en mí, de poder llegar a mi cabeza. Reconozco una inteligencia sutil en mí que sabe más que yo y que incluso contradice por momentos a mi razón ganando siempre la partida. He decidido llamarlo mi Sabio Interior. He visto luego que otros lo mencionan de formas parecidas.

A partir de allí pude discernir y ponerme más atenta en esto que hay dentro de mí que me dice qué sí y qué no. Y cuando leía que algún filósofo hablaba de ideas innatas como Descartes o Aristóteles me movía la inquietud a confirmar si estaban hablando de lo mismo. Quizá algún día, con un poco más de lectura logre responder definitivamente esta pregunta.

Reconocer a la angustia como algo positivo me hizo sentir que ya no estaba en fondo del pozo. Me figuré perdida en un claro del bosque con varios caminos a tomar. No me sentí, al menos, cayendo en el vacío. Se detuvo esa sensación de caída que no se detenía, ese desagrado que para otros será una opresión en la garganta o en la cabeza, o una sujeción de los pies. Intuyo que debe haber tantas maneras de presentación de nuestra sabiduría interior que me sentiría incapaz de considerarla a todas.

De modo que este es un alto en el camino para decirte que si estás angustiado... bienvenido. Seguramente será tu más íntimo ser el que está tratando de llegar a ti para iniciar tu rescate. Préstale atención. Recupera tu inteligencia sutil. Sé que ella será tu punto de apoyo para reinventarte. Con tanta adecuación al medio, con tanta necesidad de trabajar, de mantenerte, de mantener a otros, con tantas obligaciones por cumplir, lo que eres se parece por momentos tan poco a ti que no haber perdido la razón es casi un milagro. Y espero que alguna vez Dios me de vida suficiente para indagar si aquellos que perdieron la razón sólo han sido individuos como nosotros que simplemente no pudieron adecuarse a un ambiente hostil.

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