Cierta mañana fue a visitar al rabí de Apta una mujer de vida liviana para consultarlo.
Al verla, el rabí estalló en enojo:
- Cómo te atreves a visitarme? Haces un alto en tu vida pecaminosa para profanar mi retiro!
La señora le respondió con voz transida:
- El Señor del mundo es generoso con los pecadores y sabe esperarlos. No los obliga a pagar en el acto el precio de sus faltas ni pone al descubierto sus culpas a la vista de otras criaturas para darles mayor oportunidad de arrepentirse y enmendarse. Tampoco se niega el Señor del mundo a escuchar a los culpables. ¡¿Y es el rabí de Apta incapaz de dominarse y no atiende el ejemplo de su Señor?!
- Señora, el rabí de Apta tiene mucho que aprender todavía -respondió el rabí avergonzado- y te ofrece sus disculpas.
El rabí de Apta contó este episodio muchas veces en su vida.
jueves, 14 de diciembre de 2006
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