sábado, 5 de mayo de 2007

Fanática de Dios?

La palabra fanática es desgradable porque siempre sugiere alguien detrás de una idea que no analiza y no mensura.

Yo por momentos me siento así con Dios. Y, en la vehemencia interior, cerca de los pastores que hablan a multitudes. Pero como no me gusta sentirme fanática de nada me puse a pensar qué me hacía elegir a Dios. Y me di cuenta que las muchas veces que siento que lo encontré me han pasado cosas maravillosas. Estaba mal y de repente y por varios días o semanas sentí que Dios me apagaba la tragedia del mundo, la ponía en color sepia y me reconciliaba con el cotidiano vivir.

En otra oportunidad sentía tanta paz interior que nada de lo que pudiera acontecer afuera iba a alterarme en el sentido estricto de la palabra. Si se hubiera desatado una guerra en esos precisos instantes no me hubiera afectado.

En otra oportunidad sentí que Dios me llevaba a realizar las acciones acertadas y observaba claramente la concatenación de los hechos en relación con el azar, como si interviniera siempre en mi favor. Las coincidencias hacían que que mi elección, ahora pensando en Dios, un poco más meditadas, siempre tuvieran el mejor efecto.

Cuando siento que Dios no está percibo que me vuelven a afectar los hechos de los cotidiano con el agregado de que ahora me producen tedio, me impacientan.

Pensé, entonces, que mi elección por Dios es interesada. Es una forma de vivir. Es una forma de sentir que no tiene comparación. Hay una frase de Yogananda que me vuelve en forma recurrente: no estoy tratando de hacer que creas en Dios sino que lo experimentes.

Si estás en un momento de malestar o de tedio repito entonces con Yogananda, para tí: no estoy diciendo que creas en Dios sino que te atrevas a esperimentarlo.

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