domingo, 5 de agosto de 2007

El buen corazón


La clase de nacimiento que tendremos en la próxima vida viene determinado, pues, por la naturaleza de nuestras acciones en esta. Y es importante no olvidarse nunca de que el efecto de nuestras acciones depende por completo de la intención o motivación a que responden y no a su envergadura.

En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada "Confiar en la alegría". Esta mujer observaba cómo los reyes, príncipes y demás personas hacían ofrendas al Buda y sus discípulos, y nada le hubiera gustado más que poder hacer ella lo mismo. Así pues, salió a medigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada. Sin embargo, al saber que ella quería el aceite para ofrecérselo al Buda, se compadeció de ella y le dió lo que quería. La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, mientras le expresaba este deseo: "No puedo ofrecerte más que esta minúscula lámpara. Pero por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría. Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la Iluminación".

A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las lamparillas, pero la de la mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo del Buda, para retirarlas. Al ver que aquella todavía estaba encendida, llena de aceite y con mecha nueva, pensó: "No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante el día y trató de apagarla de un soplido. Pero la lámpara continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica pero siguió ardiendo. El Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo: "Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías siquiera moverla y mucho menos apagarla. Si derramaras todo el agua del océano sobre ella no se apagaría. El agua de todo slos ríos y lagos del mundo no bastarían para extinguirla. ¿Por qué no?

Porque esa lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivaciónla ha hecho enormemente beneficiosa.

Cuando el Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó y él profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en un buda perfecto llamado "Luz de la Lámpara".

Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos. Shantideva dijo:

Toda la dicha que hay en este mundo,
todo, proviene de desear que los demás sean felices,
y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
todo, proviene de desear ser feliz yo.

De "El libro tibetano de la vida y de la muerte.

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